En el primer día de mi viaje a Mendoza (04.12.17) aterricé en San Rafael (hay que reconocerlo: AA cumplió el horario perfectamente), allí me esperaba un automóvil de alquiler y en diez minutos entraba en Bodegas Bianchi.
Resulta apropiado recordar que Don Valentín Bianchi nació en 1887, en Fasano, Italia y en 1910 emigró a nuestro país recalando en San Rafael. En 1928 fundó Bodegas Bianchi y poco a poco fue forjando una bodega familiar cuyo nombre se convertiría en una tradición.

El legado continuó con su hijo Enzo Bianchi, y su nieto Valentín “Tincho” Bianchi, reconocidos enólogos que continuaron la labor del fundador hasta conseguir que la bodega estuviera entre las de mayor prestigio. Desde hace 90 años y a lo largo de cuatro generaciones, el nombre Bianchi está grabado en la historia del vino argentino.

En 1965, Enzo Bianchi, lanzó el Don Valentín Lacrado, en honor a su padre y así nació un clásico argentino. En 1995 se creó la champañera, el resto es historia conocida, aunque no debe descartarse que hace muy poco, la plana mayor de la conducción se ha renovado. Si bien los accionistas conservan la propiedad, han delegado gran parte de la actividad en profesionales con gran experiencia en el ambiente vitivinícola.

Así, Rafael Calderón (con vasta experiencia en la industria del vino), es el Gerente General; Silvio Alberto (que es un enólogo que se desempeñó en Rutini, Navarro Correa, Andeluna, DiamAndes yAchaval), es Gerente de Agronomía y Enología o -como se suele decir- el ChiefWinemaker, con él colabora Sergio Pomar (que fue enólogo de Simonassi Lyon, NQN y Bodega del Fin del Mundo); Felipe Cordeyro, Gerente Comercial, Adrián Cura, Gerente de Marketing e Ignacio Serrano, el Brand Manager.

 

 

Nos recibieron Silvio Alberto y Sergio Pomar, con la amabilidad de siempre y nos llevaron a conocer todos los vericuetos de la bodega, con las explicaciones del caso, precisas y claras, que dejaron ver que la empresa trabaja para producir vinos y espumosos de diversas gamas, pero en todos los casos con seriedad y profesionalidad, como todos sabemos que esta firma lo ha hecho a lo largo de ya casi un siglo.

 

 

La Bodega está ubicada en las afueras de la ciudad, “pegada” al aeropuerto, al punto que un nuevo edificio tuvieron que hacerlo bajo el nivel del suelo para que su altura no comprometiera las operaciones aéreas. La vieja bodega del centro de la ciudad se utiliza casi exclusivamente como depósito. Las fincas de San Rafael, denominadas Las Paredes, Asti y Doña Elsa, están ubicadas entre 600 y 800 metros de altura, tienen una precipitación anual de unos 200 mm, reciben agua del Río Diamante y el clima brinda una buena amplitud térmica.
Hace poco la firma compró la antigua Bodega Benvenuto de La Serna con sus 170 hectáreas de viñedos en Vista Flores, Valle de Uco, para crear la Bodega Enzo, como parte del futuro crecimiento de la empresa y en la que probablemente se oriente la producción de la alta gama.

Produce 22.000.000 de litros por año (el 80% de la producción va al mercado interno), y cuenta para ello, con tanques de acero inoxidable y de hormigón, y cientos de barricas. Ello así en diferentes gamas: 

Enzo Bianchi y María Carmen, los top (tinto y blanco).

Stradivarius, fortificado, dulce natural y espumante método champenoise.

Bianchi Particular (ya un clásico), malbec, cabernet sauvignon, merlot.

Espumantes Bianchi, los Extra Brut, Extra Brut Rosé y Extra Brut Blanc de Blanc (de moscato), y el Extra Brut Premium, con la estrella de metal adherida a la botella (todos por método tradicional).

Famiglia Bianchi, Malbec, Cabernet Sauvignon y Chardonnay, además de los espumantes Extra Brut y Brut Nature (ambos método champenoise).

1887 (año de nacimiento de Don Valentín), con sus Malbec, Cabernet Sauvignon y Blend.

Bianchi DOC, con sus Malbec, Cabernet Sauvignon y Chardonnay.

Don Valentín Lacrado, que comprende los clásicos tinto y blanco, el Espumante, el Roble Malbec, Roble Cabernet Sauvignon y el Torrontés.

L 10, inspirados en Messi, Malbec, Malbec Premium, Espumoso y Torrontés.

Elsa Bianchi (en honor a la esposa de Don Valentin), vinos jóvenes y frescos, de Chardonnay, Torrontés, Malbec, Cabernet Sauvignon y Syrah.

Marló, que es un vino dulce.

Bianchi, que son los clásicos que mencioné más arriba (Borgoña, Margaux y Chablis).

Si no me equivoco o me olvido de alguno son cuarenta y dos etiquetas

No puedo olvidar las salidas a cenar con mis padres (hace más de medio siglo), en las que era casi obligado tomar el Bianchi Borgoña (llamado Nuestro Borgoña), o el Margaux (Nuestro Margaux), o el Bianchi Chablis o un poco más cerca, el Cinta de Plata (un riesling que hizo época).

Después de la recorrida fuimos a almorzar junto a Sergio y Silvio, en una mesa preparada en la recepción de la parte de turismo, donde nos atendieron espléndidamente, tanto el sommelier, como la camarera y la chef que se acercó a comentarnos los platos. 
 

Con la entrada, mousse de salmón y queso blanco, con trozos de salmón ahumado, alcaparras y brotes verdes, tomamos el María Carmen Chardonnay, que lleva el nombre de la esposa de Don Enzo y que es uno de esos chardonnay que me encantan porque tiene buen paso por madera (catorce meses por barricas), dándole complejidad, estructura (14.4°), y sensaciones táctiles más profundas que los que no pasan por roble. Su buena acidez (pH 3.4), hace que, a pesar de las notas melosas y acarameladas, se lo sienta fresco y agradable en todo su recorrido. Un vino soberbio.

 


Con el principal, que fueron filetes de carne con salsa de malbec, con mil hojas de papas y reducción de malbec, sirvieron el Don Enzo, creo que era cosecha 2013, del que poco se puede decir que no haya sido dicho antes. Es un blend con predominio de cabernet sauvignon, algo de malbec y un toque de petitverdot, que pasa catorce meses en barricas y que, además de su clásica presentación tiene un color rojo profundo e intenso, con buenas piernas (14.4°), y ofrece aromas a frutas rojas y negras maduras, especias, pimienta negra, notas ahumadas, cuero y chocolate debido al contacto con la madera y, en boca, se lo siente con buen cuerpo, completo, agradable, elegante, espléndido.
Con el postre, que fue una tarta de manzanas con un adorno de chocolate blanco, frutilla y mermelada, tomamos el espumante Bianchi, Extra Brut Premium, excelente por cierto, acompañado por unos macarones (postre y no pasta), muy ricos. 

 



Después pasamos a la sala de degustación, magnífica y elegante, en la que probamos el conocido Don Valentín y el Bianchi DOC.

Luego, el nuevo y llamativo Famiglia Bianchi Viognier, elaborado con uvas del Valle de Uco, que me pareció excelente, así como el Famiglia Bianchi Chardonnay que, aunque no es una novedad, resulta muy bueno y es poco conocido. 

Siguieron los Bianchi Particular Cosechas 2014 y 2016, excelentes como siempre. 

  

 

Y terminamos con el Stradivarius que es su espumoso top que se elabora con uvas cabernet sauvignon (por eso es un Blanc de Noir), que pasa cuatro o cinco años años sobre borras, por lo que tiene un complejidad aromática más que destacable y que, junto a su buena acidez, las diversas notas aromáticas que la cepa (100% cabernet sauvignon), y el contacto con las lías, lo torna un champagne soberbio.


Y nos fuimos muy contentos con la visita a esta destacada y casi centenaria bodega, agradeciendo la excelente atención recibida y dejando una felicitación generalizada por la seriedad con que se encara la actividad y por la calidad de sus productos que son un resultado de lo anterior.