Bodega y Cavas de Weinert fue fundada en 1975, por Don Bernardo C. Weinert, que nació en una pequeña colonia alemana del sur de Brasil y montó su historia empresarial sobre el transporte internacional en Sudamérica. Fascinado por el mundo de los vinos, decidió montar su propia bodega y encontró en Luján de Cuyo el lugar ideal para su emprendimiento, por lo que adquirió (en 1974), una vieja bodega de la familia mendocina Otero que contaba con un edificio de arquitectura española antigua. Después de un intenso trabajo de restauración trajo la última tecnología en vinificación de aquella época y se unió con aclamados enólogos. Tras su primera cosecha comercial en 1976, produjo en 1977 de la mano de Raúl de la Mota el Weinert Malbec Estrella 1977, un vino renombrado por prestigiosos degustadores en todo el mundo.
Weinert es una bodega que deslumbró al país en los años ’80 y ’90 que luego, poco a poco, fue cayendo en popularidad. Su estilo tradicional no es la causa (vean Bodegas López), como tampoco la calidad de sus vinos. Quizás cuestiones comerciales, inconvenientes financieros, nuevas “olas” en el estilo de vinos más modernos y diferentes situaciones que llevan a una empresa a perder cierto liderazgo.
Sin embargo parece que ha renacido con vientos de popa y, fundamentalmente, con mucha voluntad de los titulares y el apoyo de Hubert Weber su enólogo desde hace unos 25 años y que llegó a compartir algún tiempo -muy joven él- con Raúl de la Mota, que después se retiró.
Es suizo y, según nos contó, vino muy joven a la Argentina para hacer una experiencia breve, pero muy pronto se casó, tuvo tres hijos y se aquerenció en el lugar y en la bodega. Además de la tarea enológica se ocupa de las exportaciones.

Fue quien nos recibió en la bodega, en nuestro viaje de noviembre pasado. Recorrimos todas las instalaciones, lo que nos permitió ver, además de sus gruesas paredes de piedra que guardan la perfecta temperatura y humedad, las piletas de hormigón de gran tamaño, que fueron revestidas y algunas fueron reducidas a la mitad de su tamaño, para darles mejor uso y más versatilidad. Vimos también barriles, cubas y toneles de entre 2.000 y 44.000 litros, algunos de antigua data y otros que realmente llaman la atención por su dimensión y por el arte puesto en los detalles. Algunos toneles son deslumbrantes, como el de la imagen, armoniosamente decorado. Otros, más pequeños, también cuentan con cierta decoración y en general, se encuentran en muy buen estado y en pleno “funcionamiento”.
El detalle a comentar es que no hay barricas (las típicas de 225 litros), lo que marca un estilo de utilizar la madera moderadamente, para redondear, evolucionar y agregar complejidad, pero siempre evitando el exceso, a veces muy criticado. 
La capacidad actual es de 4.300.000 litros, 3.000.000 en piletas y 1.300.000 en toneles. Esto incluye una gran pileta de 180.000 que se usa para homogeneizar producciones grandes, como por ejemplo el de su vino entry level Pedro del Castillo.

Pasamos a la cava y casi lo primero que impacta es una vitrina que contiene cuatro ejemplares de los Weinert Estrella, indudablemente famosos (Malbec 1977, Malbec 1994, Cabernet Sauvignon 1994 y Merlot 1999). Así como la imagen de todo su porfolio, del que no puede evitarse mencionar al Montfleury (que sobresale por su botella alta, en medio de las otras), un rosado nacido en 1977 que deleitó a los argentinos durante dos décadas.


Luego vimos la mesa con las botellas de los vinos a probar y nos encantó ver nuevamente al famoso Carrascal que fue un blend de malbec, cabernet sauvignon y merlot, sumamente exitoso en la década del ’80 y que podemos llamar Carrascal Clásico que actualmente se está lanzando al exterior.
Este vino lo tomaba a menudo mi padre y también llegó a tomarlo, muy joven, mi hija.
Ahora están por lanzar los Carrascal Varietales, con algo menos de tiempo en roble (un año, el clásico pasa dos años en toneles), y con una muy buena probabilidad de éxito.
Me gustaron mucho el malbec 2012 y en cabernet sauvignon del mismo año, pero me encantó el Tempranillo 2013, al que le auguro una muy buena evolución. También planean un sauvignon blanc.
Después pasamos a los Weinert, con dos años de roble, tomados hasta el cansancio en los restaurantes de Buenos Aires en los años ’90, todos muy, pero muy buenos, dentro del estilo que mencioné más arriba.

En el almuerzo, disfrutado en la vieja casona, tomamos un Weinert Cabernet Sauvignon que estaba excelente y que acompañó muy bien a unas berenjenas servidas tipo amuse bouché y unas exquisitas empanadas que sirvieron de entrada.

Con el espléndido bife tomamos un Cavas de Weinert, otro clásico de la bodega que es un corte de 40 % malbec, 40 % cabernet y 20 % merlot, que pasa tres años en toneles de roble francés y que, demás está decirlo, estaba excelente.

Y después de un rico postre, un café y una larga sobremesa con Hubert, nos fuimos muy agradecidos por la atención recibida y por haber conocido una bodega emblemática que seguramente pronto volverá a los primeros planos.